Sobre liderazgos y rol del Estado en tiempos de pandemia

Por Esteban Regueira(*)

En días de aislamiento obligatorio donde la paranoia y la hipocondría se apoderan de gran parte de la sociedad, nos encontramos frente a un importante desafío en el cual, el Estado tiene un rol preponderante y el presidente Alberto Fernández parece haberlo entendido desde el primer momento; así lo hace notar y por ello actúa de manera expeditiva, transmitiendo seguridad y autoridad, poniendo al Estado por encima de todo y a la salud de nuestra sociedad como objetivo primordial, hoy la economía puede y debe esperar.

Las circunstancias de un mundo globalizado al extremo, en el cual lo inmediato es cada vez más rápido que hace cinco minutos, colocó al mundo frente al desafío de poner un freno a la expansión de una pandemia que se mueve con una velocidad inusitada. Esto puso en vilo a la población mundial y sacó a relucir la importancia de contar con un Estado presente, activo, grande para queja de muchos neoliberales y libertarios, pero, por sobre toda las cosas, con líderes que deben mostrar asertividad, decisión, responsabilidad y capacidad de conducción.

Estar ubicados al sur del Hemisferio Sur quizás contribuyó a darnos tiempo y comenzar a analizar los pasos a seguir viendo el diario del lunes, ya que desde estas latitudes pudimos todos observar el avance del Covid-19 (o coronavirus) primero por China y luego toda Europa; aunque claramente no es igual la reacción aquí que en Brasil, Chile o incluso hasta Estados Unidos. La rápida propagación de la pandemia puso en juego la capacidad de respuesta de los gobiernos y la Argentina no fue la excepción.

Líderes cómo Jair Bolsonaro o Donald Trump subestimaron el potencial de propagación del virus, prefirieron preservar la economía antes que la salud y decidieron no tomar medidas precautorias; decisiones que generaron cortocircuitos puertas adentro de ambos países y dieron como resultado que varias regiones internas, haciendo uso de su autonomía federal, tomaran sus propios recaudos optando por cuarentenas en contra de las directivas de sus presidentes.

Pasaron los días y Bolsonaro, haciendo uso de su desinterés por el pueblo brasileño, no dio el brazo a torcer y por lo tanto, otorgó la vía libre al contagio masivo. Por su parte, Donald Trump, tomó algunas medidas laxas y cargó contra el Alcalde de Nueva York por parar la economía del motor financiero del capitalismo. Para ambos líderes, primero el mercado.

En Argentina la situación fue totalmente diferente. Si bien se vio un inicio algo tortuoso, si tomamos en cuenta la descontextualizada frase del Ministro de Salud Ginés González García en la que minimiza la llegada de la pandemia, desde la aparición de los primeros casos en nuestras tierras el Gobierno Nacional con su presidente al frente tomó las riendas  

del asunto y mostró una faceta que dejó asombrado a más de uno por varias razones.

Primero, porque Alberto Fernández exhibió una capacidad de liderazgo como hace tiempo no se ve en un presidente argentino; se lo ve claro, seguro, con mensajes directos que transmiten tranquilidad y autoridad a la población. Cargó sobre sus espaldas la difícil decisión de frenar el país poniendo la salud por encima de la recuperación económica y accionó con la rapidez que la situación lo requiere los resortes institucionales necesarios para llevar tranquilidad y poner nuevamente al Estado al servicio de la ciudadanía. Esto se deja entrever en la incesante actividad de los diferentes gabinetes del Poder Ejecutivo los cuales toman medidas de acuerdo a la coyuntura diaria.

No le tembló el pulso al anunciar sanciones a quienes decidan surfear en vez de cumplir con el Aislamiento Preventivo Social y Obligatorio (APSO); tampoco para decretar que se debían discontinuar los servicios educativos, previo a sancionar el APSO. En materia económica la situación fue similar, el presidente anunció congelamiento de alquileres, pagos excepcionales a trabajadores independientes que sin el trabajo diario no subsisten, pagos extraordinarios a beneficiarios de AUH, imposición de precios máximos, congelamientos de créditos hipotecarios o prohibición de cortes de servicios esenciales, entre otras. En fin, el Estado interviniendo en su máxima expresión, activo, gerente, gendarme, grande y activo.

Segundo, porque el presidente se comportó como verdadero líder de partido, tejió lazos con todos los sectores y no dudó en sentarse en la misma mesa que sus adversarios políticos para demostrar que en situaciones tan complejas como esta, el bienestar de la población se encuentra por encima de cualquier recelo político. La imagen de unidad ante esta particular situación que muestran el gobierno nacional y la oposición tomando medidas conjuntas supera lo imaginado por cualquier analista político, es el es con todos en su máxima expresión.

Estamos viviendo un momento que quedará en los libros de Historia Universal y en Argentina se ve un presidente que se mueve a la altura de las circunstancias, que se comporta como un estadista que actúa con determinación y velocidad y vuelve a revivir la preponderancia del rol del Estado como gran articulador de las demandas, como vector de acción ante las problemáticas que afectan la cotidianeidad y el futuro. Cuando pase esto, quedará en la sociedad un antes y un después y la acción efectiva del Estado tiene un rol crucial para ese después.

Es una oportunidad única para dejar en claro que el tamaño de un Estado no está proporcionalmente relacionado con su eficiencia; que los Ministerios son necesarios, que la economía no se regula sola porque la mano invisible del mercado no existe. Que un mundo sin capitalismo es utópico pero uno con este capitalismo solo multiplica la miseria y entonces quien debe buscar humanizarlo y articular los medios y acciones para que

todos podamos vivir con la mejor igualdad de oportunidades posibles es el Estado. Parece que eso Fernández lo sabe.

(*) Licenciado en Ciencia Política, analista y consultor de Clivajes Conultores

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