Redistribución, oposición y comunicación, ejes del primer mes de gobierno

Por Esteban Regueira(*)

Si bien a todos nos parece que Alberto Fernández es el presidente de los argentinos desde hace ya varios meses (incluso el mismo en muchos casos así se ha manejado luego del abultado resultado de las PASO del 11 de agosto) no debemos dejar de olvidar que sus funciones entraron en vigencia recién el 10 de diciembre y hoy a un mes de su asunción parece apresurado realizar análisis determinantes; aunque si puede resultar útil un breve balance de sus primeras medidas y el comportamiento de la nueva oposición.

En tal sentido, lo primero a tener en cuenta debe ser la impronta de su discurso de asunción en el cual planteó como primordial reparar los estragos económicos de la anterior gestión que multiplicaron la pobreza y la desocupación a niveles alarmantes. En función de esto, el núcleo del plan de Alberto Fernández y su equipo parece ser cambiar la lógica de la redistribución del ingreso en un momento en el cual éstos no abundan.

Es por esto que desde el 10 de diciembre es un objetivo primordial generar una estructura de recaudación progresiva que sirva para inyectar dinero en los sectores más postergados reduciendo el margen de acumulación de aquellos estratos socioeconómicos que concentran mayor cantidad de riquezas. Un caso testigo lo encontramos en la actualización del esquema de retenciones a las exportaciones que había quedado atrasado desde aquella modificación de la gestión Macri y que fijaba un monto fijo por dólar cuando la divisa norteamericana cotizaba a menos de la mitad de lo que se exhibe hoy.

Esta medida trajo las primeras controversias y entonces no se hicieron esperar las quejas de los grandes terratenientes que disfrazados de peones de campo pusieron los tractores en las rutas y amenazaron con volver a los ya olvidados lock out de la 125, allá por el año 2008. Detrás de ellos se encolumnaron sectores de la oposición que demostraron que la idea de una bancada opositora constructiva estaría lejos de verse plasmada en la realidad.

Con la implementación de la tarjeta alimentaria se vivió una situación similar aunque algo edulcorada dado la sensibilidad del tema. Desde el oficialismo se instrumentó una medida de impacto rápido y focalizado ya que significa una transferencia directa de recursos a los estratos sociales mas damnificados que a partir de la obtención de dicha tarjeta pudieron acceder a bienes de necesidad elementales como los lácteos. Por su parte, la oposición utilizó sus voceros informáticos (o mejor dicho, trolls) para poner en discusión cosas como la necesidad de tal medida dudando de los datos del INDEC respecto a la existencia, cantidad y calidad de la pobreza en nuestro país y desplegando una vez más el sesgo clasista  respecto del uso que le podrían dar los beneficiarios a su tarjeta llegando incluso a hablar de  venta de las mismas entre los propios adjudicatarios para con ese dinero comprar bienes mas banales; representación clara de la eterna grieta que tenemos los argentinos.

Con la reimplantación de precios cuidados sucedió lo mismo pero con otros voceros como Susana Giménez que recomendó criar gallinas en el norte par reducir la pobreza o la discusión  del porqué de la inclusión de la Coca cola con azúcar en vez de resaltar que el programa incorpora primeras marcas en alimentos esenciales como la leche y deja de lado sueros a base de quién sabe que en un gesto de dignidad hacia quiénes más sufrieron estos 4 años.

Así como se pueden enumerar medidas importantes y significativas que se condicen con lo expuesto por Alberto Fernández en su discurso de asunción, también es necesario remarcar que frente a otras acciones de igual importancia e impacto los problemas en la comunicación oficial le jugaron un efecto rebote que terminó por dejar opacada una acción positiva y necesaria para la reparación social.

Prueba de esto lo tenemos en lo sucedido alrededor de los bonos a los jubilados y el congelamiento provisorio de la movilidad jubilatoria o el aumento de suma fija para los trabajadores otorgado por el Gobierno Nacional vigente a partir del mes de enero. Para el primer caso la multiplicidad de interlocutores oficiales y la poca claridad en la explicación de la medida generó que de los sectores (políticos y mediáticos) que se oponen a todo aquello que provenga del peronismo instalen en la opinión pública que se trató de un ajuste que perjudica a nuestros jubilados y entonces el centro de la cuestión que era modificar un esquema que terminaba perjudicando los haberes de los trabajadores pasivos quedó acuarelado por una desinteligencia en el manejo de la trasmisión de información por parte del gobierno.

En el segundo caso la situación fue muy similar; desde las primeras semanas luego de la asunción, medios y periodistas comenzaron a hacer circular la versión que confirmaba que se implementaría un aumento de suma fija a cuenta de paritarias que rondaría entre los 6000 y 9000 pesos. Durante ese tiempo no se escuchó ninguna voz oficial desmintiendo la información, aunque es cierto que tampoco se confirmaba ese monto; el resultado final fue que el aumento otorgado a trabajadores privados que luego incluirá al resto consta de 4000 pesos que serán incluidos dentro del salario, por lo que finalmente rondará algo más de 3000 pesos de bolsillo para los beneficiarios.

Las idas y vueltas y las altas expectativas generadas por los off the record hicieron que la suma tenga sabor a poco y sea fuertemente criticada por quienes sostienen que será algo imperceptible para el bolsillo ya que el bajo monto queda licuado por la alta inflación y, por lo tanto la mejora no seria perceptible en las billeteras.

Con todo esto que acabamos de desmenuzar se puede afirmar que, más allá de lo apresurado que puede ser un mes para analizar una gestión, si se observa una fuerte preocupación por parte del gobierno de Alberto Fernández en generar cambios profundos en la redistribución del ingreso que impacten de manera positiva en las capas bajas y medias de la sociedad, con el fin de librar una batalla urgente contra el hambre y el desempleo y a su vez reactivar el consumo interno como una herramienta fundamental para encaminarse nuevamente hacia el crecimiento económico. El camino no parece sencillo en una argentina inmersa en una grieta que confronta sectores ricos y pobres con un sesgo clasista que daña el entramado social y es alimentado por sectores de poder concertado que utilizan a las capas medias como peones de un ajedrez que solo busca aumentar riquezas a aquellos que siempre la tuvieron y ponerle el pie en la cabeza a aquellos que de vez en cuando logran asomarse de pozo de la pobreza y la exclusión. Es fundamental que la batalla cultural se de en todos los ámbitos y que el gobierno mejore la herramienta comunicativa porque toda política para serlo debe ser comunicada, pero de manera correcta y con los interlocutores adecuados, sino el camino puede volverse aún más sinuoso.

(*) Licenciado en Ciencia Política

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