LA GRIETA COMO CONFLICTO SOCIAL

Por Esteban Pastoriza (*)

La sociedad argentina se encuentra conceptualmente sometida a una división binaria sustentada por la lógica de un sector minoritario con gran influencia mediática, económica y política, que busca afirmar en la conciencia colectiva la idea que esta fragmentación social no solo es natural sino también necesaria. Concretamente, han categorizado como “la grieta” a una fórmula construida  bajo los vaivenes de las tensiones sociales que les ha servido para acentuar sus intereses de dominación y crear de esta forma una definición antagónica y claramente conflictiva.

En este sentido, es posible reconocer el poder simbólico de las palabras en donde “grieta” y “conflicto” se acercan, se reconocen y se fusionan para trazar una distancia considerable entre dos grupos de la población que buscan polarizar constantemente sobre aquellas problemáticas o cuestiones sociales que suelen desencadenar en discusiones intensas con pocos puntos en común. Por consiguiente, desde una mirada de las Ciencias sociales se afirma que el conflicto que se instala en cualquier sociedad está gestado para ser reconocido y enfrentado (pero nunca negarlo), asumiendo que en contadas ocasiones de la vida en comunidad solo algunos de estos conflictos logran aproximarse a una resolución, pero que de cualquier manera deben ser interpretados como emergentes de todo lazo social.

Ahora bien, también está claro que quien nomina, domina. Y allí vemos que la llamada grieta no es otra cosa que el esquema necesario para buscar legitimar, aceptar y normalizar una distribución de la riqueza ampliamente inequitativa, profundizada por las condiciones impuestas mediante las políticas neoliberales del odio y la exclusión, que han desencadenado en una lucha social de confrontación y antagonismo constante en donde sus participantes compiten solo para diferenciarse pero con el objetivo real de estar en el lado más beneficioso de la grieta.

De esta forma, el mapa discursivo sobre el que está diseñado este conflicto deja expuesto que son las relaciones de poder concentradas entre lo político, económico y mediático las que se encargan de construir el lenguaje, imponer las reglas y los objetivos para que el resto de la sociedad se apropie de ello y genere la autopercepción  de que están formando parte de una unidad que los incluye. En consecuencia, la profundidad de la grieta va consolidando la noción del “nosotros” y “ellos” que termina siendo el fundamento mismo de ese conflicto, pues la distancia que separa a las partes comienza a ampliarse desde el momento en que uno de los polos no tiene bien en claro que es lo que identifica a sus miembros y los agrupa, pero reconoce muy bien su frontera antagónica, lo que no son ni quieren ser.

La profundidad de la grieta va consolidando la noción del “nosotros” y “ellos” que termina siendo el fundamento mismo de ese conflicto

Esteban Pastoriza

Por consiguiente, se pone en funcionamiento un sistema agrietado y pensado para polarizar entre un sector social minoritario amparado en su poder ideológico y clasista que les da a sus integrantes el estatus autorreferencial de ser los verdaderos representantes del país, los que aportan el valor cultural, social y productivo; frente al otro margen de la población que es contemplado por los primeros como un “ancla social” que se aprovechan de la generosidad de sus aportes y simplemente gastan lo que ellos generan. En relación con ello, cualquier modelo de Estado regulador, intervencionista y con un mayor compromiso social no forma parte de un diseño estatal aceptado por el lado más rupturista de la grieta, ya que el carácter progresivo de las políticas tributarias que surjan de este modelo estarían pensadas como puentes de recaudación y reparto que se moverían del lado social que más tiene para aportar al que más necesita.

El Gobierno del Frente de Todos se muestra como una coalición política que ha logrado interpretar que en  la conflictividad empírica de la grieta no hay neutralidad

Esteban Pastoriza

Frente a esta coyuntura, el Gobierno del Frente de Todos se muestra como una coalición política que ha logrado interpretar que en  la conflictividad empírica de la grieta no hay neutralidad, sino más bien una conjunción de intereses contrapuestos que responden a un puñado de actores sociales y políticos claramente influyentes en el esquema de cualquier programa de Estado. A partir de ello se percibe una relación coherente entre la postura conciliadora de Alberto Fernández como candidato y la posición actual como Presidente de la Nación que busca fomentar un acuerdo social entre aquellas agrupaciones necesarias para la construcción de su legitimidad política; tal es el caso de la Unión Industrial Argentina, la CGT, los movimientos sociales y trabajadores de la economía popular y el sector más destacado del campo, agrupado en una Mesa de Enlace que inicialmente ha mostrado sus reparos para formar parte de este compromiso solidario que gestiona el oficialismo.

En definitiva, esta nueva etapa del peronismo en el poder da cuenta de un viraje estratégico sobre cómo trabajar con la grieta. Pues si en la etapa anterior al macrismo, el plan era centrifugar hacia uno de los polos sin tomar los recaudos sobre la calidad del impacto que esta postura podría generar en el modelo político desarrollado; ahora el Gobierno que encabeza el binomio Fernández-Fernández asume como propio ese error y busca alejarse de una confrontación directa con la grieta para dar lugar a una estrategia que no excluya ni polarice y que reconozca a este conflicto como inherente a nuestra sociedad, permitiéndole al Frente de Todos establecer una posición más centrípeta con el objetivo de encauzar la diversidad de intereses y compensar las asimetrías de poder.

(*)Licenciado en Ciencia Política y Técnico Periodista Universitario. Consultor y analista político de Clivajes Consultores.

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